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¿Estamos hipotecando la calidad de nuestros especialistas del futuro?

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Publicado el 09/11/2021
 Artículo de opinión de nuestro delegado y presidente del Comité de Empresa, Domingo Sánchez, y publicado en prensa regional

Publicado en el diario La Verdad el 6 de noviembre de 2021
 
El último trimestre del año es siempre una época de comienzos. En estos últimos meses del año, a pesar de ser los últimos, la agenda política e institucional se llena de palabras, planes y estrategias de cara al próximo ejercicio. En esta ocasión, estos meses también están teñidos de un tinte ambivalente entre la tristeza por lo acontecido en el último año y medio de pandemia y la esperanza de continuar hacia delante con la vista puesta en un futuro mejor. El mundo sanitario ha vivido un reto sin precedentes con el coronavirus, que nos ha puesto frente a frente a nuestras limitaciones, a nuestra humanidad, al sufrimiento y a la muerte… Pero también nos ha evidenciado la precariedad, la sobrecarga laboral y el burnout de los sistemas en los que trabajamos. Por todo ello, los diferentes agentes que trabajamos para mejorar y liderar las acciones en Sanidad tenemos la responsabilidad de no permitir la inacción y de señalar las situaciones urgentes que se han de remediar a corto, medio y largo plazo.
 
Antes de esta crisis partíamos de una situación ya de por sí precarizada: las condiciones materiales y formativas de los médicos residentes sufrían un lento pero continuo desgaste. Es común pensar que los residentes viven en un equilibrio entre los aspectos laborales y formativos de la formación médica especializada. No obstante, este desgaste ha llevado a un marcado desequilibrio en favor de la sobrecarga laboral que -durante la crisis- no ha hecho más que empeorar. Y no solo eso, sino que los elementos formativos que desaparecieron durante la pandemia (sesiones clínicas, días de formación, congresos, etc.) se están quedando en el tintero; mientras que las guardias, los ratios de supervisión o las rotaciones en las que vemos los mismos pacientes o más que un adjunto con una supervisión deficiente nunca se fueron. Todo ello a pesar de las huelgas y manifestaciones planteadas y llevadas a cabo desde nuestro colectivo con el apoyo de las organizaciones profesionales (como, por ejemplo, la convocatoria de huelga que motivó la firma de un acuerdo con la Administración para la mejora de la situación del personal laboral en nuestra Región el pasado noviembre). Un acuerdo que, por ahora, únicamente lo soporta un papel, pues mucho de su contenido está aún sin desarrollar por falta de voluntad política.
 
Realizaríamos un análisis miope si pensáramos que esto es un problema entre residentes y adjuntos. Entendemos que los profesionales que nos han de supervisar están en una situación que poco tiene que envidiar a la nuestra: consultas anegadas de malestares, plantillas precarizadas e imposibilidad de conciliación son la norma para la mayor parte de los profesionales que trabajan en nuestra Sanidad. Quizá tendría más sentido encuadrar nuestro entendimiento del problema en un marco más amplio y entonar un “todos los sanitarios contra la precariedad”.
 
Existen problemas específicos, responsabilidades y responsables de la formación de los futuros médicos de nuestro Estado. Sin embargo, a la hora de establecer una adecuada rendición de cuentas nos encontramos con el silencio ante la pregunta: “¿Quién es el encargado de velar por la calidad del sistema de formación?”. En España, no existe un sistema efectivo de garantía de la calidad, dentro del cual los residentes puedan cambiar o proponer cambios para que mejore su formación y no se produzcan las vulneraciones de derechos que se producen en la actualidad.
 
Por todo ello, tenemos claro cuál debe ser el objetivo para este próximo curso político: proteger y asegurar la calidad formativa de los MIR. Si para paliar la precariedad actual hay que sacrificar la calidad formativa de los especialistas del futuro, estamos hipotecando el sistema sanitario y la atención de los pacientes del mañana. Y eso es algo que no se debe permitir.
 
Asumamos que es el momento de llevar a cabo una reflexión profunda con el objetivo de implementar mejoras y que, en este proceso, las autoridades competentes (Ministerio de Sanidad, Comunidades Autónomas, Comisiones de Docencia Hospitalarias, etc.) deben ir de la mano de los agentes implicados. En este nuevo curso, uno de los objetivos debe ser, sin paliativos, el sistema MIR.

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