Opinión CESM >> Se apagan las luces de las Urgencias Hospitalarias
Publicado el 01/08/2025
Artículo de nuestra secretaria general, María José García Mateos, publicado en prensa regional para visibilizar y denunciar la delicada situación que viven estos servicios en la Región de Murcia
Publicado en el diario La Opinión de Murcia el 1 de agosto de 2025
En la Región de Murcia existen nueve hospitales públicos, uno de referencia por área de salud: Virgen de la Arrixaca, Morales Meseguer y Reina Sofía, en la ciudad de Murcia; Santa Lucía en Cartagena; Rafael Méndez en Lorca; Comarcal del Noroeste en Caravaca de la Cruz; Los Arcos del Mar Menor en San Javier; Virgen del Castillo en Yecla; y hospital de la Vega Lorenzo Guirao en Cieza.
Todos ellos cuentan con servicios de Urgencias Hospitalarias, que constituyen, indiscutiblemente, una pieza clave del sistema sanitario. Atienden pacientes que requieren de una intervención inmediata por gravedad o riesgo vital, cuando una afección de salud aparece de forma repentina, o cuando no hay otra posibilidad de una atención rápida. Son una puerta siempre abierta y una luz siempre encendida.
Pero esos servicios están agonizando lentamente a pesar de las reiteradas llamadas de alerta de los profesionales que trabajan en ellas y de las organizaciones profesionales que los representamos.
Y estos servicios exhalan sus últimos alientos no por falta de vocación: los médicos que eligen ejercer en este ámbito lo hacen con pasión, sabiendo que se enfrentan a una Medicina exigente, intensa y compleja.
La dificultad no es el trabajo en sí mismo; el problema es que los médicos de Urgencias Hospitalarias están agotados, sobrecargados, no pueden más y nadie le pone remedio a su situación.
Cada año, cerca de 90 residentes de Medicina Familiar y Comunitaria finalizan su periodo formativo en la Región de Murcia y se convierten en especialistas con la formación, conocimientos y habilidadesóptimas para trabajar en estos servicios.
Este año, en el momentode ofrecerlesuna continuidad laboral y fidelizarlos en el Servicio Murciano de Salud, la Administración puso sobre la mesa tan sólo 38 contratos para el conjunto de hospitales de toda la Región. De esos 38 contratos, únicamente 14 correspondían a contratos de un año de duración; el resto, suponían ofertas precarias de cuatro o seis meses. Ante esta oferta, se han cubierto los 14 contratos de 1 año, mientras que los mensuales han quedado desiertos.
Ningún médico recién formado, iniciando su andadura como especialista y en sus primeros años de carrera profesional, con la ilusión de los inicios y las ganas de la juventud, quiso enfrentarse a las condiciones de las Urgencias Hospitalarias bajo estos términos. Y no les falta razón: ni uno sólo de esos contratos alcanzaba los 3 años de duración que la legislación permite ofrecer, incluso en ausencia de vacantes. No es trabajo estable ni digno.
Mientras tanto, las plantillas permanecen congeladas desde hace más de una década. La Región sólo dispone de 360 médicos para mantener en pie las puertas de Urgencias de los hospitales y prestar un servicio continuado, que nunca cierra, y que presta asistencia a los más de 1.500.000 habitantes de nuestra Comunidad Autónoma.
Si un médico de Urgencias Hospitalarias se va de vacaciones, necesarias y por derecho, su trabajo tiene que ser asumido por los compañeros que se queden. No hay margen. No hay refuerzos suficientes. Y lo más preocupante: no hay plan de contingencia.
En verano, con tan sólo 14 médicos contratados para refuerzo, la situación es insostenible. Las cuentas no salen.
Las zonas costeras –dependientes de 3 servicios de Urgencias (Santa Lucía de Cartagena, Los Arcos del Mar Menor y Rafael Méndez de Lorca)- ven triplicada su población como consecuencia del efecto estacional, mientras se reparten los escasos contratos como pueden. En este contexto, es imposible garantizar la conciliación, el adecuado descanso y el merecido derecho a desconectar de los profesionales. Este planteamiento es insostenible para la salud física y mental de los médicos y para la calidad de la asistencia a los ciudadanos.
Y así se va dejando morir el sistema de las Urgencias Hospitalarias. Un modelo que resiste gracias al sacrificio y la entrega de los profesionales que entran de guardia un domingo, que descansan unas horas y vuelven a entrar el lunes, encadenando jornadas que rozan, si no tocan, lo inhumano.
Y la comprensión del paciente es fundamental: sabemos que esperar horas y horas en una sala de Urgencias puede ser desesperante, sobre todo con la preocupación y las dudas en torno a un problema de salud propio o de un ser querido. Sabemos que la sobrecarga también duele desde la otra orilla. Pero queremos trasladar a la población un mensaje claro: al otro lado del biombo hay profesionales que no paran, que no desconectan, que no descansan para poder seguir atendiéndoles y para poder hacerlo con su mayor conocimiento y de la mejor manera posible. Que estos profesionales sostienen con su cuerpo y su mente un sistema muy maltratado, muchas veces con jornadas dobles, acumulando guardias sin relevo y con la frustración profesional y personal de no poder llegar a todo ni a todos como les gustaría, como se han formado para poder hacerlo, como siempre han querido ejercer su profesión. Un profesional desmotivado o cansado no lo está por desinterés, lo está por saturación.
Este artículo lo escribimos por ellos. Por quienes siguen cuidando lo que la Administración ha decidido abandonar, por quienes siguen salvando lo que la Administración ha decidido dejar morir. Lo escribimos por quienes siguen acudiendo cada día, cada noche, cada festivo, sabiendo que nadie les garantiza refuerzos, sustituciones ni reconocimientos.
Desde el Sindicato Médico entendemos que es urgente y perfectamente posible tomar medidas mínimas de justicia para revertir esta situación. Y aquí lanzamos nuestras propuestas. La primera consiste en igualar la jornada laboral de los Servicios de Urgencias Hospitalarias con la del 061, reduciendo en -al menos- 200 horas anuales la carga de trabajo. La segunda es establecer un acuerdo de sustituciones (reclamado durante años), de modo que el médico que asuma el trabajo de su compañero -por vacaciones, baja o cualquier tipo de ausencia- reciba una compensación. La tercera es adecuar las plantillas para poder ofrecer contratos dignos y estables.
Sabemos que estas medidas no serán la solución definitiva, pero son un buen punto de partida. Son un paso adelante que permitirían, al menos, que los profesionales pudieran elegir entre unos destinos u otros sin estar penalizados de antemano; y que quien tiene vocación de quedarse en el hospital no se vea obligado a huir de él para, simplemente, poder sobrevivir.
Porque las Urgencias Hospitalarias nunca se cierran, pero las están apagando poco a poco. Y, si nadie lo evita, pronto no quedará quien mantenga esa luz siempre encendida.