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Opinión CESM >> Otro misil contra nuestra Sanidad

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Publicado el 31/05/2022
 Elaborado por el médico de Urgencias Hospitalarias y nuestro delegado en el área 7 de salud, Francisco Martínez, y publicado en prensa regional

Por desgracia, las noticias sobre el deterioro de la Sanidad pública, tanto a nivel nacional como a escala regional, son cada día más frecuentes. Hemos asistido a las denuncias constantes del empobrecimiento asistencial en la Atención Primaria, la falta de médicos, las largas listas de espera acrecentadas por la reciente crisis sanitaria por COVID19 y ahora, finalmente, el caos llega como un misil que amenaza el último eslabón de nuestro sistema asistencial, a esos servicios de Urgencias Hospitalarias que, a base del esfuerzo de sus profesionales, han mantenido el barco a flote cuando era tan necesario.

En estos últimos años, la presión asistencial y la carga de trabajo de estos profesionales se ha multiplicado de forma exponencial al tener que suplir a otros niveles asistenciales que suprimían las consultas presenciales siguiendo directrices preventivas recomendadas por Sanidad para evitar la extensión de la pandemia. Alguien tenía que ver a esos enfermos que, a pesar de este maldito virus, enfermaban de otras patologías y que no lograban un adecuado acceso al sistema sanitario tal y como lo conocíamos.

Estas enfermedades, neoplasias, cardiovasculares, accidentes, etc. no dejaron de existir con la amenaza del COVID y siguieron azotando, sin pausa, a la población.

A su vez, dentro de los propios servicios de Urgencia, hubo que establecer circuitos diferentes para evitar la transmisión del virus entre aquel grupo de pacientes susceptibles de portar la enfermedad y el resto de pacientes que precisaban ser atendidos por otras patologías. La falta de médicos fue, una vez más, la causa de que este esfuerzo tuviera que recaer sobre la ya de por sí exigua plantilla de estos servicios.

La escasez de camas en las plantas de hospitalización en determinados momentos también exigía de una solución desde el Servicio de Urgencias mediante la apertura de unidades de preingreso en las que los pacientes pudieron ser asistidos, una vez más por esos abnegados trabajadores que, aún agotados, dieron lo mejor de sí mismo ante esta emergencia “temporal” que se prolonga ya más de dos años.

El virus se permitió, también, (de forma escalonada, menos mal) contagiar a esos profesionales que proporcionaban la asistencia a la población, pero tampoco en esta ocasión aparecieron los médicos que tanto se necesitaban para el reemplazo de las plantillas en baja por el contagio.

No sé si ofrecer contratos precarios a los pocos médicos que aún permanecen dispuestos a trabajar en el Servicio Murciano de Salud es una práctica apropiada para solucionar el problema estructural de plantillas insuficientes.

La fuga de profesionales hacia otras regiones limítrofes con mejores condiciones laborales y alternativas de proyección profesional es una realidad.

El hastío de nuestros médicos es otra realidad, apareciendo un deseo muy significativo en el colectivo: planteamientos o tentaciones de dejar el ejercicio de la profesión; abandonar los servicios de Urgencias Hospitalarias hacia otros niveles asistenciales; no prolongar la actividad tras la edad de jubilación e, incluso, acceder a un abandono anticipado del ejercicio activo.

Sombrío panorama. Me gustaría divisar un horizonte más atractivo para estos médicos, enamorados de la urgencia, profesionalizados y capaces de atender a la población en los momentos más inestables de nuestra salud. Me gustaría encontrar un futuro mejor para estos médicos, que se ven abocados a la renuncia por la excesiva carga de trabajo; las dudas sobre el trabajo bien hecho en tan difíciles condiciones o el miedo a sufrir la enfermedad que, condicionada por esta carga laboral, va agotando sus escasas reservar y les empuja al agotamiento físico y psicológico.

Ante necesidades en salud, la respuesta suele ser el problema presupuestario y esto no es fácil de entender porque sin salud no hay ocio, ni productividad, ni crecimiento económico y social.

Desconozco si esta humilde opinión puede calar, de alguna forma, en los responsables de garantizar nuestra economía y nuestra salud, de manera que pudiesen trabajar en una misma línea para evitar el hundimiento de este barco tras este último misil lanzado a la línea de flotación. Aquí quedan mis palabras como llamada de auxilio: mayday, mayday, mayday.

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